jueves, 19 de febrero de 2009

8. ID POR TODO EL MUNDO

(tomado de Agustinas Misioneras)

1. Ambientación

Aquella mañana, Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo que avisasen a sus hermanos para que fuesen a Galilea, porque allí lo verían. Con esta buena noticia los discípulos marcharon al monte que Jesús les había indicado. Allí le vieron y al verle le adoraron. Jesús, entonces, se acercó a ellos y les dijo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Esta misión que el mismo Jesús comunicó una vez resucitado y que se ha ido viviendo de generación en generación, de cristianos a cristianos, es la misma que nosotros también tomamos ahora. Todos nosotros hemos sido llamados por Jesús para anunciar su evangelio entre los niños y jóvenes, y todos hemos respondido de forma generosa. Por este motivo, por ser Jesús el autor de la llamada, es por lo que nos encontramos reunidos ante su presencia. Para pedirle las fuerzas, el ánimo, la fe y el don necesario para ser fieles a ese mensaje que un día dio a sus discípulos y que ahora nos comunica a nosotros: «Id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes».


2. Salmo del discípulo que quiere anunciar a Dios

Aquí estamos, Señor, como tus discípulos en Galilea.
Aquí estamos, Señor, respondiendo a tu llamada.
Aquí estamos, Señor, porque nuestro gozo eres tú.
Aquí estamos, Señor, queremos ser anunciadores de tu Reino.
Aquí estamos, Señor, con la confianza puesta en ti.

Como los discípulos en Galilea...
nuestro deseo es salir a tu encuentro,
porque en medio de nuestra vida
tú ocupas siempre un lugar importante.

Respondiendo a tu llamada...
porque a ti no se te puede decir que no,
porque en nuestra respuesta encontramos el gozo.
Aquí nos tienes, puedes contar con nosotros.
No sabemos si sabremos hacerlo como tú deseas,
pero sabes que la ilusión no nos falta.

Porque nuestro gozo eres tú...
Quien te descubre ya no puede vivir como antes;
quien te ha visto, ya no puede negarte;
quien te ha sentido, ya no puede olvidarte.
Tú eres nuestro gozo,
porque te hemos visto, sentido y descubierto.
Tú eres nuestro gozo,
porque eres la perla preciosa, el tesoro escondido.
Tú eres nuestro gozo,
porque toda nuestra vida tiene sentido desde tu presencia.
Queremos ser anunciadores de tu Reino...
porque te hemos sentido cerca;
porque ahora sabemos qué es lo bueno, lo perfecto;
porque cuando algo tan grande como tú se descubre,
ya no es posible guardar silencio.
Aquí estamos,
porque sabemos que nos necesitas,
y te ofrecemos lo mejor que tenemos, nuestra propia vida,
para que sea instrumento al servicio de tu Reino.

Con la confianza puesta en ti...
Sabemos que no debemos poner toda la confianza
en nuestras propias fuerzas, sino en las tuyas.
Por eso acudimos a ti,
porque si nos falta valentía, tú nos darás coraje;
porque si nos falta fe, tú nos la aumentarás;
porque si nos falta el ánimo, tú nos darás la paciencia;
porque contigo, Señor, cualquier cosa es posible.

Aquí estamos, Señor, porque eres nuestro Dios.
Aquí estamos, Señor, porque nos has mirado.
Aquí estamos, Señor, con nosotros puedes contar.
Aquí estamos, Señor, para decirte con el corazón
que nos ayudes en ésta, nuestra misión.


3. Lectura

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Mt 28, 16-20

4. Reflexión

• id y anunciad el evangelio... porque nadie debe quedar sin escucharlo.
• id y anunciad el evangelio... porque a nadie se le puede negar este tesoro.
• id y anunciad el evangelio... porque si gratis lo has recibido, gratis lo debes dar.
• id y anunciad el evangelio... porque sus palabras son palabras de vida.
• id y anunciad el evangelio... porque Dios te habla a través de la Palabra.
• id y anunciad el evangelio... porque nunca se debe ocultar.
• id y anunciad el evangelio... porque lo que es bueno para ti, con otros lo tienes que compartir.
• id y anunciad el evangelio... porque Dios te necesita.
• id y anunciad el evangelio... y yo estaré contigo hasta el final de los tiempos. Porque sin mí no puedes hacer nada; porque de mí te vendrá la fuerza para anunciarlo; porque tú solo no eres nada, pero conmigo lo eres todo.
Confía, confía en mí... Tú eres mi mensajero... Confía, confía

5. Peticiones: «Cuenta con nosotros para enunciar tu evangelio»

Tú necesitas personas dispuestas que quieran transmitir a otros cristianos lo que han vivido y experimentado.

CUENTA CON NOSOTROS PARA ANUNCIAR TU EVANGELIO

Eres las perla preciosa. Quien te descubre es capaz de vender todo con tal de conseguirte. Nosotros queremos vender lo que nos estorba y dedicar parte de nuestro tiempo para ti.

CUENTA CON NOSOTROS PARA ANUNCIAR TU EVANGELIO

Sabemos que no todo será fácil. Pronto tendremos dificultades, algún desánimo porque no conseguimos todo lo que pretendemos. Pero a pesar de todo te decimos...

CUENTA CON NOSOTROS PARA ANUNCIAR TU EVANGELIO

Hay mucha gente que ha escuchado la Buena Noticia del Reino, pero que por diversos motivos ha caído en una vivencia monótona de la fe; una fe tan pobre que a veces carece incluso de un sentido profundo. En medio de esas personas.

CUENTA CON NOSOTROS PARA ANUNCIAR TU EVANGELIO


6. Oración: «A ti me vuelvo»

Voy de regreso a tu casa.
Y a ti me vuelvo para pedirte los medios
que me permitan acercarme a ti.
Si tú me abandonas, la muerte caerá sobre mí.
Pero tú no abandonas a nadie que no te abandone.
Eres el sumo bien, y nadie te buscó debidamente sin hallarte.
Y te buscó debidamente el que tú quisiste que así te buscara.

Padre, que yo te busque sin caer en el error.
Que, al buscarte a ti, nadie me salga al paso en vez de ti.
Sal a mi encuentro, pues mi único deseo es poseerte.

Pido tu clemencia que me convierta plenamente a ti
y destierre de mí todas las repugnancias que a ello me opongan.
Y mientras llevo sobre mí la carga de mi cuerpo,
haz que sea puro, magnánimo y prudente,
perfecto conocedor y amante de tu sabiduría,
digno de habitación y habitador de tu beatísimo reino.

San Agustín