viernes, 13 de febrero de 2009

TE INVITAMOS A ORAR

oración:

Dejar mi vida entre tus manos
Todavía me cuesta, Señor, poner las redes de mi vida entre tus manos.Parece que temo tus proyectos, tus planes. Parece que todavía prefiero seguir mis gustos, gozar de salud, decidir mis pasos, tenerlo todo bajo el control de mis deseos.Sé que Tú tienes un camino distinto para mi vida. Quizá difícil, quizá incomprensible, quizá lleno de espinas. Pero viene de Ti, y eres Tú quien sabes lo que es mejor, lo que me permite avanzar hacia el amor y la esperanza.Ayúdame a descubrir ese proyecto. Dame fuerzas para confiar, para no olvidar que eres un Padre bueno. Permíteme reconocer que la Cruz es parte del camino del que ama, es una astilla que nos permite contagiarnos del fuego de amor que trajiste al mundo.Dame también fuerzas para acompañar a quienes sufren a mi lado. Porque no encuentran sentido a sus fracasos. Porque no entienden que también el dolor encierra un tesoro inmenso. Porque olvidan que existe el cielo, donde el Perdón vence el pecado, donde el egoísmo queda lejos, donde el Amor lo es todo para todos.Quisiera hoy, en estas horas de mi caminar frágil, dejar mi vida entre tus manos, como jarrón dócil, como vasija humilde, como barro confiado. Dejar que modeles en mi alma y en mi cuerpo tu proyecto; permitirte conquistar mis ideas y mis actos; prestarme para que también otros, desde mi vida transformada, puedan avanzar hacia la esperanza y descubrir Tu Amor eterno.

3. LA BIBLIA EN LA CATEQUESIS

1. ALGUNAS CONSTATACIONES
Todos estamos de acuerdo en que la Biblia debe tener un puesto muy importante en la
catequesis. Todos sabemos que su lectura es fundamental en el acto catequético, como medio para iluminar la experiencia.
Muchos catequistas encuentran dificultades a la hora de integrar la Biblia en la catequesis por dos razones:
• No encontrarse suficientemente preparados para ello: cómo presentar los
textos, cómo dar la interpretación adecuada. En la mayoría de los casos falta
una preparación general, o una preparación de los textos concretos que van a
trabajarse en la sesión de catequesis.
• No resulta fácil relacionar lo que dice la Biblia con lo que vive la gente,
porque se trata de mundos y preocupaciones distintas: escenas de violencia,
creencias mágicas... Este aspecto está relacionado con el problema de la lectura
creyente de la Biblia, que no consiste sólo en una explicación del texto, sino en
una apropiación del mensaje para la vida, en un contexto de lectura comunitaria
y orante.
Esto significa que los catequistas necesitan leer y estudiar asiduamente la Biblia. La Biblia pertenece a una cultura diferente y ha tenido un largo proceso de formación. Para poder leerla como cristianos adultos y captar su mensaje, es necesario tener unos conocimientos básicos de las formas de escribir, de actuar y de pensar de aquella época. Sin embargo esto no sería suficiente, pues la tarea de los catequistas consiste en enseñar a leer la Biblia, que es más que transmitir conocimientos sobre ella. Vamos a referirnos a este segundo aspecto, ofreciendo
algunas sugerencias sencillas.
2. SUGERENCIAS PARA LEER LA BIBLIA
La utilización de la Biblia que se hace en catequesis dependerá en gran medida de lo que
signifique la Biblia para los catequistas. La catequesis es, en primer lugar, la transmisión de
una experiencia de fe, no de unos contenidos o dogmas; y la fe se transmite en la medida en
que se vive. Si los catequistas leen asiduamente la Biblia, y encuentran en ella luz para sus
vidas, si la experiencia de aquellos primeros creyentes les ayuda a entender y vivir la suya...
entonces sus catequesis transmitirán esto que ellos viven, y el libro de las Escrituras
comenzará a romper los sellos que mantienen oculto su mensaje de vida. Si, por el contrario,
los catequistas no leen la Biblia o no encuentran en ella luz para sus vidas, entonces la leerán
en la catequesis como quien lee "lo que toca", y el Libro de las Escrituras seguirá sellado. Lo
más importante es qué significa la Biblia para los catequistas
En general, hay que evitar leer la Biblia como una colección de argumentos para probar lo que
queremos decir. Esta fue la lectura que se hizo en la teología y en la catequesis durante mucho
tiempo (por ejemplo: los milagros como prueba de la divinidad de Jesús), y ha traído como
consecuencia una visión distorsionada de muchas páginas de la Biblia. Lo que tenemos en la
Biblia es más bien el testimonio privilegiado de nuestros antepasados en la fe, cuyo centro es
el misterio de la vida, muerte y resurrección de Jesús. En ellos encontramos más un anuncio
que un dogma o una argumentación. Al utilizar la Biblia en la catequesis, tenemos que tener
muy en cuenta su carácter kerigmático, que hace de su mensaje una buena noticia para el
hombre.
Damos cinco sugerencias concretas:
a) AMBIENTAR LA LECTURA. Es muy importante cultivar algunas actitudes
que deben acompañar la lectura de la Biblia, pues a través de ellas decimos muchas
cosas sobre el significado que tiene para nosotros:
§ En primer lugar, preparar con antelación los textos que van a leerse en la sesión
de catequesis, informándose sobre ellos, meditándolos y dejándonos interpelar por su
mensaje.
§ La lectura de cada texto ha de ir precedida por un breve silencio o una oración
para pedir al Señor que nos abra el corazón y el entendimiento para acoger
dócilmente su Mensaje.
§ Los textos deben leerse despacio, sin prisas. No es una novela ni un periódico,
sino un texto muy importante para nosotros. Necesita que le demos tiempo, que la
leamos una y otra vez para estar seguros de captar su mensaje.
b) LEER EL TEXTO EN SU CONTEXTO. Cuando se lee un texto, hay que
insistir en que siempre el primer paso es preguntarnos qué es lo que el texto decía a sus
primeros destinatarios. Normalmente la tendencia es la de hacer una aplicación
inmediata a nuestra situación. Este tipo de lectura proyecta sobre el texto nuestras
preocupaciones, y suele dar como resultado una lectura moralizante, fruto de nuestra
educación tradicional. La pregunta que debe guiar nuestra lectura es: ¿Qué experiencia
de fe ha sido recogida en este texto? Cuando leemos la Biblia, buscamos precisamente
eso: una experiencia de fe que nos ayude a entender la nuestra y a ampliar el horizonte
de nuestra vivencia de la fe en una situación nueva. Para ambientar el texto tenemos
recursos muy sencillos:
§ Explicar las costumbres de aquella época: utilizar mapas, ambientar el texto
históricamente con ayuda de introducciones, comentarios, etc.
§ Mostrar cómo en la Biblia encontramos modos de hablar y de escribir distintos
a los nuestros (parábolas, relatos de milagros, relatos de anunciación, etc).
§ Insistir en que la Biblia es una palabra encarnada, y que en ella hay que
distinguir entre el mensaje perenne y lo que era propio sólo de aquella cultura
(matanzas, violencia, discriminación de la mujer, etc). El mejor criterio para saber
esto es leer todos los textos desde el mensaje y vida de Jesús, que es el centro y la
clave para leer toda la Biblia.
c) LEER PARA ENTENDER LA VIDA. Pero este tipo de lectura no es
suficiente. Es necesario exponer nuestra vida a la interpelación de este mensaje que
hemos descubierto. Nosotros no leemos la Biblia para saber más cosas sobre ella o por
curiosidad. Estamos convencidos de que en ella Dios nos ha dejado las pistas
fundamentales para orientarnos en la vida: tenemos la Palabra y la vida de Jesús, la
historia del Pueblo elegido con sus sabios y profetas... Pero todo esto tiene hoy una
traducción en la vida concreta. Por tanto, el segundo reflejo que podemos cultivar
como catequistas es el de no leer nunca un texto sin hacernos la pregunta de cómo nos
interpela a nosotros. Esto supone:
§ Tener una mirada penetrante sobre las cosas que pasan a nuestro alrededor: estar
atentos a la vida, a las cosas que nos pasan a nosotros y a la gente que nos rodea, a
los signos de cada época.
§ Dejar que el mensaje que hemos descubierto en el texto hable libremente y sea
como la lluvia que fecunda la tierra.
§ Estar dispuestos a dejarnos interpelar por el mensaje que descubrimos.
d) LECTURA ORANTE Y COMUNITARIA. La Biblia debe ser leída con el
espíritu con el que ha sido escrita. A través de ella Dios nos habla, y para escucharle
tenemos que estar en la misma sintonía. Esto significa que nuestra lectura debe hacerse
en un clima de oración:
§ Abrir sinceramente el corazón para acoger lo que Dios nos dice a través de su
Palabra escrita.
§ Responder a Dios a través de la súplica, la acción de gracias, el reproche...
completando así el diálogo que él comienza. Porque escuchamos a Dios cuando
leemos su Palabra y le hablamos dirigiéndole nuestra oración.
También es muy importante que la lectura personal se complete con la comunitaria. El
Concilio nos ha ayudado a descubrir el valor de la comunidad, y esto tiene una aplicación
importante para la Biblia, cuya interpretación no es un asunto privado y personal, sino
comunitario. La comunidad cristiana es la destinataria de esta Palabra, y por tanto, es en la
lectura comunitaria donde mejor descubrimos el mensaje de Dios para nosotros hoy. Además,
esta lectura comunitaria es la que va señalando el camino de la Iglesia en cada época, como
nuestra la lectura litúrgica, que debe ser la expresión última de esta dimensión comunitaria.
Cultivar en la catequesis este tipo de lectura es la base para que en el futuro la vida de los
grupos cristianos se asiente sobre el firme cimiento de la Palabra de Dios.
e) LECTURA COMPROMETIDA. La lectura de la Biblia no puede ser
sólo un ejercicio intelectual o estético, sino que tiene como meta la vida. Cuando nos
acercamos a leer la Biblia, llevamos a cuestas nuestra vida, y la vida de los que nos
rodean; al descubrir su mensaje y dejarnos interpelar por él, descubrimos que la
Palabra de Dios nos ofrece muchas veces una alternativa de vida, un camino de
conversión. Negarnos a seguir este camino o disimular los compromisos que nos
plantea, lleva a una ruptura del diálogo con Dios. Normalmente, cuando nuestra
lectura de la Biblia no desemboca en el compromiso, dejamos de avanzar en la
comprensión de la Palabra de Dios y acabamos por no entender para qué tenemos que
leerla.

2.UN TEMA CADA AÑO

Los catequistas son ante todo, personas de la comunidad, en la que realizan su misión catequetica, siguiendo las pautas de su Parroco.Inmersos en la dinamica pastoral de la Parroquia o lugar.

Esta propuesta, es para que la reflexioneis, Te invitamos a contarnos tu experiencia catequetica, hazlo en los comentarios o enviando un email a carmelyrodriguez@hotmail.com

La comunidad podría elegir un tema para cada año. El tema escogido se profundizaría a lo largo del ciclo litúrgico mediante un conjunto de medios y actividades que reclamarían la constante atención de toda la comunidad. Estos medios pueden incluir "tiempos fuertes" en los que se invite a la comunidad a reunirse durante una mañana, una tarde o un día entero para un tiempo de reflexión, de convivencia y celebración. También podrían realizarse ciclos de conferencias o grupos de reflexión en torno a la temática elegida; o bien un peregrinaje, una marcha comunitaria, una exposición artística, carteleras en la iglesia, una selección de textos para la lectura, etc.

Estas actividades ofrecidas a todos y para todos los miembros de la comunidad a lo largo del año litúrgico, estarán orientadas hacia la proclamación de fe de la comunidad durante la vigilia pascual y en el día de Pascua. Desde este punto de vista, la catequesis de la comunidad está completamente orientada hacia la maduración de la fe pascual y hacia su proclamación solemne durante la vigilia pascual.

Como es obvio, y por motivos perfectamente legítimos, no todos los integrantes de la comunidad participarán en todas las iniciativas de catequesis comunitaria que se programen. La participación, por principio, será libre y necesariamente variable de acuerdo con las personas, los momentos y las propuestas concretas. Pero lo fundamental no radica en la cantidad, ni mucho menos en dividir la comunidad en bandos de ritmos diferentes. Por el contrario, el objetivo consiste en poner la comunidad en movimiento para el provecho de todos y todas, y en beneficio de la dinámica de conjunto. Las comunidades así catequizadas se convertirán en células cada vez más catequizantes, es decir, en comunidades maduras en la fe, conscientes de su responsabilidad catequética, capaces de apoyar el despertar de la fe de los niños y las niñas; de los jóvenes y adultos que se les acerquen o con quienes se relacionen.
diversificación de las propuestas catequéticas.

Existen catequesis que varían según su función: despertar, iniciación, reiniciación o maduración.
Las catequesis del despertar y de la iniciación, como en el catecumenado, por ejemplo, se sitúan allí donde la adhesión de fe y la inserción en la comunidad cristiana toman forma.
Las catequesis para recomenzar o reiniciarse se ofrecen a las personas que desean redescubrir la fe de otra forma, de manera nueva.
Las catequesis de maduración van dirigidas a los cristianos seguros de su fe para que puedan profundizarla. Profundización que, destaquémoslo, consistirá a menudo, debido al actual contexto cultural, en la reconsideración de las cuestiones fundamentales, a partir de las cuales resurge la fe con más vigor y sentido .

Hay catequesis que varían según las dimensiones de la vida cristiana (creer/celebrar/vivir; fe/esperanza/caridad) Algunas catequesis, en efecto, se centran más en la inteligencia de la fe en relación con temas o asuntos culturales (grupos bíblicos, ciclos de conferencias o formación). Otras se centran más que todo en la liturgia y en los sacramentos, según las circunstancias de la vida. Otras se concentran más bien en la ética, en los valores del Reino y en la acción en el mundo teniendo en cuenta los retos por la humanización de la sociedad.

Hay catequesis que varían según la sensibilidad personal Así se pueden distinguir catequesis que trabajan la fe a partir de distintas dimensiones: cultural, emocional, comunitaria o ética . En el campo cultural, por ejemplo, pienso en las catequesis que están en relación con actividades artísticas: corales, talleres de arte cristiano.

Hay catequesis que varían según las modalidades técnicas y organizativas catequesis por grupos de edad o intergeneracionales; catequesis individuales, en pequeños o en grandes grupos; catequesis de corta o de larga duración; catequesis locales o en red, etc. Hay catequesis que tienen lugar en sitios eclesiales muy conocidos y catequesis que se llevan a cabo en lugares donde se desenvuelve la vida social o familiar. Hay catequesis que se realizan al ritmo de las fiestas eclesiales y otras que se desarrollan paralelas a los acontecimientos de la vida social o familiar.

A cada comunidad parroquial le corresponde trazar su camino, teniendo en cuenta las posibilidades expuestas. Seguramente una comunidad no podrá hacerlo todo; pero, en la medida de lo posible, puede asociarse con otras comunidades para constituir conjuntos más extensos que puedan ofrecer alternativas catequéticas más variadas y mejor organizadas.

1 CATEQUISTAS DE ADULTOS

La catequesis de adultos, en nuestro tiempo, es una necesidad de primer orden en la vida de la comunidad, dadas las circunstancias socio-históricas, de las personas que nos podemos encontrar en este tipo de pastoral, y que realmente son el presente de la iglesia y padres del futuro, valorando o haciendo un juicio realista de las experiencias o vivencias que esas personas hayan podido tener, y que realmente nos pueden ser conocidas o fácilmente entendibles porque seremos más o menos de la misma edad.
Esa coincidencia, puede ser un arma de doble filo en el trabajo del catequista:
Por un lado estamos inmersos en sus propias problemáticas, que asumimos desde muy cerca, lo que facilita la comunicación interpersonal y las relaciones lineales de tu a tu.
Por el otro lado, el catequista debe animar al grupo a que razone su existencia a la luz de la fe. Por lo que antes ha de poder experimentar ese razonamiento en propia carne, para actuar en todo momento coherentemente y con veracidad a la hora de anunciar que el reino de Dios es una buena noticia, en tiempos de crisis existenciales, económicas y sociales. Ayudándonos por tanto en nuestra experiencia como catequistas o simplemente como fieles, es conveniente recordar una serie de cuestiones que nos ayuden a ordenar las prioridades para poder hacer una planificación de la misma, en función de las personas a las que en principio van a ser dirigidas. Repasamos algunas de estas nociones de la mano del manual de catequética fundamental de Alberich, Emilio. “Catequesis Evangelizadora”.
LAS COMPETENCIAS DEL CATEQUISTA: «SER», «SABER», «SABER HACER »
El «ser» del catequista: su fisonomía humana y cristiana
Dadas las exigencias actuales de la catequesis, se siente la necesidad de personalidades convincentes y significativas, desde el punto vista humano y creyente. Más que por sus capacidades operativas o intelectuales, el catequista se cualifica hoy sobre todo por su «ser», por su «espiritualidad», por su perfil personal e interior con algunos rasgos específicos:
 Una suficiente madurez humana, presupuesto para el crecimiento en la fe, necesaria en el catequista con vistas al cumplimiento de su misión. No se puede pensar en una persona que, teniendo la misión de acompañar a otros en el camino hacia la madurez humana y cristiana, no posea ella misma un cierto grado de tal madurez. Esta base de calidad humana trae consigo no pocas exigencias de gran incidencia operativa:«El ejercicio de la catequesis, constantemente discernido y evaluado, permitirá al catequista crecer en equilibrio afectivo, en sentido crítico, en unidad interior, en capacidad de relación y de diálogo, en espíritu constructivo y en trabajo de equipo» (DGC 239; cf CAL 201).

 Una relevante espiritualidad e identidad cristiana y eclesial. En cuanto educador de la fe de sus hermanos, debe poseer una seria y convincente vida de fe, una cierta madurez de fe, para que pueda presentarse, no sólo como maestro, sino sobre todo como testimonio creíble. El catequista tendría que encarnar y mostrar visiblemente el nuevo modelo de creyente que, como ya vimos, están reclamando hoy las nuevas circunstancias religiosas y culturales. A su perfil espiritual pertenece también el poseer en forma adulta el «sensus ecclesiae», el sentido y la experiencia de Iglesia, con actitud interiorizada de pertenencia, de sensibilidad comunitaria y conciencia apostólica (DGC 239).

 Pero no basta: debe ser hombre o mujer de su tiempo, totalmente identificado con su gente, abierto a los problemas reales y con sensibilidad cultural, social, política. No prestan un buen servicio aquellos catequistas, incluso generosos, devotos y fieles a la Iglesia, que se mantienen en cierta manera al margen de la vida social y cultural. Solo con gente encarnada en la realidad del mundo se puede imaginar hoy una catequesis a la altura de las exigencias actuales. Cabe destacar por ello la importancia de los catequistas indígenas y la aportación indispensable de los catequistas laicos, que hay que estimular y fomentar.
El «saber» del catequista: su bagaje intelectual
Por lo que se refiere a los conocimientos, el «saber» del catequista se centra ante todo, tradicionalmente, en las ciencias sagradas: teología, S. Escritura, moral, liturgia, etc. Pero hay que advertir que en el mundo de hoy ya no es posible limitarse al ámbito teológico, aunque siga siendo imprescindible una buena base teológica para la competencia catequética. El catequista deberá conocer también la problemática pastoral de hoy y el proyecto pastoral de la Iglesia a que pertenece, la naturaleza y dimensiones del acto catequético, la condición y exigencias de las personas o sujetos con los cuales tendrá que trabajar y, de modo especial, el contexto sociocultural en que se desarrolla su labor (DGC 238).

Respecto al mensaje o contenido propio de la comunicación catequética, la dimensión «experiencial» de la catequesis pide hoy al catequista una familiaridad especial con las experiencias y lenguajes propios del hecho cristiano: en el área de la experiencia bíblica, en el ámbito variado de la tradición eclesial, en los lenguajes y experiencias de la vida de hoy.
La competencia operativa o «saber hacer» del catequista
Nuestro tiempo parece reclamar en el catequista una adecuada preparación en estos sectores de actividad: educación, comunicación, animación y programación.
Educación: el catequista es siempre un «maestro», un «educador», y como tal debe poseer las cualidades propias de todo verdadero educador, además de su equipamiento intelectual: tacto y sensibilidad hacia las personas, capacidad de comprensión y de acogida, habilidad para promover procesos de aprendizaje, arte para orientar hacia la madurez humana y cristiana, superando intereses personales o presiones institucionales.

Comunicación: el catequista debe ser promotor de comunicación de la fe: entre los miembros del grupo, entre la fe de la comunidad y la tradición cristiana, entre la comunidad y la más amplia realidad eclesial. Deberá demostrar familiaridad con las técnicas y lenguajes de la comunicación, con especial atención a la comunicación de las experiencias de fe-

Animación: el catequista es esencialmente un animador, dentro de la comunidad o grupo de catequesis. En este sentido, tendrá que conocer las reglas de la animación de grupos y, lo que es más importante, poseer una verdadera «personalidad relacional», es decir: ser capaz de crear relaciones profundas, de fomentar el clima estimulante y el protagonismo del grupo, haciendo que todos se sientan a gusto y valorizados. Con su labor de animación tratará de sortear los dos escollos contrapuestos de la conducción autoritaria por una parte (la más frecuente) y de la excesiva permisividad y espontaneismo por otra.

Programación: compete al catequista, o mejor, a la comunidad o grupo de catequistas, conocer las reglas de una correcta programación catequética y ser capaz de llevarla a cabo (DGC 245). Esto supone, como hemos visto, conocer e interpretar la situación de partida de los participantes, elaborar un proyecto concreto de acción, realizarlo y evaluarlo, con vistas a su perfeccionamiento y ulterior realización.

• CATEQUISTAS DE ADULTOS
La formación debe tener en cuenta la experiencia y los problemas reales del adulto. No solo en el sentido de no ignorarlos, sino en cuanto que tales problemas y experiencias deben quedar integrados en los contenidos y modalidades de la formación.
La formación debe ayudar a la promoción del nuevo modelo de creyente que hoy reclaman las nuevas exigencias de nuestra sociedad.
pedagogía y metodología del proceso formativo.
Según E.Biemmi podemos distinguir los tres modelos más frecuentes de formación:
• Un modelo muy tradicional es el tipo « vulgarización teológica», que tiende a hacer asimilar todo un acervo de contenidos e informaciones teológicas, siguiendo un proceso magisterial descendiente al estilo habitual de la enseñanza de la teología. La formación recibida, en este modelo, es del orden de la reproducción, de la imitación. La formación es concebida sustancialmente como «información», degenerando con frecuencia en «adoctrinamiento».
• Un segundo modelo es de cuño operativo o «tecnicista», que apunta a la transmisión de un «saber hacer» con vistas a la animación: técnicas de animación, dinámica de grupo, competencias relacionales, etc. Es una formación en la línea del «amaestramiento». Comunica capacidades de gestión y de relación, pero descuida los contenidos y los objetivos.
Quizás el modelo más frecuente hoy día sea el que resulta de la unión de las dos concepciones anteriores: una buena dosis de información teológica con la añadidura de algunas indicaciones de orden técnico y metodológico.
Me uno al pensamiento de que una eficaz pedagogía de la formación se define en función de los objetivos que persigue y de los procesos que pone en movimiento que garanticen en la medida de lo posible:
• la integridad de la formación (ser, saber, saber hacer),
• la claridad de las finalidades y objetivos,
• el fomento de una fuerte identidad cristiana en el creyente (la «espiritualidad» del catequista o del agente pastoral),
• el respeto de las exigencias propias del aprendizaje del adulto.

La «personalización», entendida como necesidad de poner a la persona en el centro de la formación, en una dinámica que convierta la «formación» en verdadera «transformación». En esta concepción el aprendizaje prima sobre la enseñanza y se presta mucha atención al uso de las narraciones o historias de vida
La integración entre teoría y práctica (ejercicio práctico que acompaña el aprendizaje teórico), que nos lleve a una reflexión continua y sistemática sobre la práctica pastoral.

La articulación entre ciencias teológicas y ciencias humanas la formación teológica que de luz a las vivencias claramente antropológicas y catequéticas: «Debe ser una formación teológica muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y mujeres "ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio" y manteniéndose como enseñanza teológica, debe adoptar un talante catequético» .

La orientación didáctica de la «formación permanente»: más que proporcionar conocimientos y habilidades, se debe ayudar a las personas a entrar en un proceso de auto-formación, a ser capaces por tanto de «aprender a aprender», con relativa autonomía y creatividad:

«El fin y la meta es procurar que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje, situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera asimilación de pautas externas» .
• Alberich, Emilio. “Catequesis Evangelizadora”. Manual de Catequética Fundamental.
¿Cuáles son las diferencias entre unas catequesis de niños o jóvenes y una catequesis de adultos?
En la catequesis de niños, la diferencia de edad y la escases de conocimiento de ninguna o muy pocas nociones sobre nuestra fe, facilitan la atención y quizás el método de trabajo, a través de guiones ya preparados didácticamente y adecuados para su utilización. Hay un gran campo de actividades lúdicas a través de canciones, manualidades y escenificaciones que pueden ayudar a la visualización del mensaje evangélico.
Al igual que en el campo de los jóvenes, aunque nos podemos encontrar con la dificultad de la falta de interés, o apatía social y familiar por todo este trabajo. Requiere de los catequistas, grandes dosis de dinamismo, para mantener el interés, y la perseverancia en la formación.
Pero y a los adultos, ¿cómo responder a sus expectativas o necesidades….?
En primer lugar con el empeño de seguir creciendo en el conocimiento y virtud de la fe, me explico, la primera cualidad que debería tener un catequista, es la seguridad de su propia vocación, el deseo de compartir la fe que profesa sinceramente. Ya que la catequesis de adultos ha de ser una experiencia enriquecedora, tanto para el que la recibe como para el que la imparte.
Los adultos, que vuelven a tener interés en seguir con el proyecto que abandonaron hace mucho tiempo, quizás de niños, ya traen los conocimientos que aprendieron de pequeños y que quizás se han olvidado o puesto en duda en el tiempo de no practicar. Pueden venir por tanto no solo con dudas, sobre lo que ya no recuerdan, sino con posiciones totalmente tergiversadas por el apostolado de los medios de comunicación y la propia realidad social, que hoy día, tiene como objetivo la descalificación de la religión, la vida, la familia, la libertad de verdad, etc. Campos en los que muy principalmente deberíamos dar luz, en nuestra labor de catequesis de adultos.
Es enriquecededora la diversidad de “mundos”, que se reúnen en torno a una mesa o en círculo para hacer una catequesis de adultos. Distintas experiencias, formación académica y profesional, distinta edad, situación familiar, etc. Todo ello, hace que tengamos que personalizar cada planificación de cada grupo concreto de catequesis de adultos, salvo claro que el catequista tenga unas grandes dotes didácticas y un gran conocimiento de todas las materias: conocimiento de la biblia, liturgia, y otras dotes catequéticas. Ya que puede ser muy diferente el nivel de intereses de unos u otros.
Por ello, vayamos determinando un mínimo de pasos a seguir para poder elaborar la planificación, más adecuada:
1. Objetivo de nuestra Parroquia con este grupo concreto:
2. Conocimiento de las personas que tenemos delante y una visión general de su realidad.
3. Fines de los interesados o participantes en estas catequesis concretas.
4. Especificación y elaboración de temas que convendría trabajar, para sacar el máximo provecho del tiempo empleado.
5. Evaluación y revisión continúa de la metodología, dinámicas y material que podemos utilizar para la mejor transmisión del mensaje.
6. Autoevaluación final del catequista y propuesta de mejora.