viernes, 13 de febrero de 2009

3. LA BIBLIA EN LA CATEQUESIS

1. ALGUNAS CONSTATACIONES
Todos estamos de acuerdo en que la Biblia debe tener un puesto muy importante en la
catequesis. Todos sabemos que su lectura es fundamental en el acto catequético, como medio para iluminar la experiencia.
Muchos catequistas encuentran dificultades a la hora de integrar la Biblia en la catequesis por dos razones:
• No encontrarse suficientemente preparados para ello: cómo presentar los
textos, cómo dar la interpretación adecuada. En la mayoría de los casos falta
una preparación general, o una preparación de los textos concretos que van a
trabajarse en la sesión de catequesis.
• No resulta fácil relacionar lo que dice la Biblia con lo que vive la gente,
porque se trata de mundos y preocupaciones distintas: escenas de violencia,
creencias mágicas... Este aspecto está relacionado con el problema de la lectura
creyente de la Biblia, que no consiste sólo en una explicación del texto, sino en
una apropiación del mensaje para la vida, en un contexto de lectura comunitaria
y orante.
Esto significa que los catequistas necesitan leer y estudiar asiduamente la Biblia. La Biblia pertenece a una cultura diferente y ha tenido un largo proceso de formación. Para poder leerla como cristianos adultos y captar su mensaje, es necesario tener unos conocimientos básicos de las formas de escribir, de actuar y de pensar de aquella época. Sin embargo esto no sería suficiente, pues la tarea de los catequistas consiste en enseñar a leer la Biblia, que es más que transmitir conocimientos sobre ella. Vamos a referirnos a este segundo aspecto, ofreciendo
algunas sugerencias sencillas.
2. SUGERENCIAS PARA LEER LA BIBLIA
La utilización de la Biblia que se hace en catequesis dependerá en gran medida de lo que
signifique la Biblia para los catequistas. La catequesis es, en primer lugar, la transmisión de
una experiencia de fe, no de unos contenidos o dogmas; y la fe se transmite en la medida en
que se vive. Si los catequistas leen asiduamente la Biblia, y encuentran en ella luz para sus
vidas, si la experiencia de aquellos primeros creyentes les ayuda a entender y vivir la suya...
entonces sus catequesis transmitirán esto que ellos viven, y el libro de las Escrituras
comenzará a romper los sellos que mantienen oculto su mensaje de vida. Si, por el contrario,
los catequistas no leen la Biblia o no encuentran en ella luz para sus vidas, entonces la leerán
en la catequesis como quien lee "lo que toca", y el Libro de las Escrituras seguirá sellado. Lo
más importante es qué significa la Biblia para los catequistas
En general, hay que evitar leer la Biblia como una colección de argumentos para probar lo que
queremos decir. Esta fue la lectura que se hizo en la teología y en la catequesis durante mucho
tiempo (por ejemplo: los milagros como prueba de la divinidad de Jesús), y ha traído como
consecuencia una visión distorsionada de muchas páginas de la Biblia. Lo que tenemos en la
Biblia es más bien el testimonio privilegiado de nuestros antepasados en la fe, cuyo centro es
el misterio de la vida, muerte y resurrección de Jesús. En ellos encontramos más un anuncio
que un dogma o una argumentación. Al utilizar la Biblia en la catequesis, tenemos que tener
muy en cuenta su carácter kerigmático, que hace de su mensaje una buena noticia para el
hombre.
Damos cinco sugerencias concretas:
a) AMBIENTAR LA LECTURA. Es muy importante cultivar algunas actitudes
que deben acompañar la lectura de la Biblia, pues a través de ellas decimos muchas
cosas sobre el significado que tiene para nosotros:
§ En primer lugar, preparar con antelación los textos que van a leerse en la sesión
de catequesis, informándose sobre ellos, meditándolos y dejándonos interpelar por su
mensaje.
§ La lectura de cada texto ha de ir precedida por un breve silencio o una oración
para pedir al Señor que nos abra el corazón y el entendimiento para acoger
dócilmente su Mensaje.
§ Los textos deben leerse despacio, sin prisas. No es una novela ni un periódico,
sino un texto muy importante para nosotros. Necesita que le demos tiempo, que la
leamos una y otra vez para estar seguros de captar su mensaje.
b) LEER EL TEXTO EN SU CONTEXTO. Cuando se lee un texto, hay que
insistir en que siempre el primer paso es preguntarnos qué es lo que el texto decía a sus
primeros destinatarios. Normalmente la tendencia es la de hacer una aplicación
inmediata a nuestra situación. Este tipo de lectura proyecta sobre el texto nuestras
preocupaciones, y suele dar como resultado una lectura moralizante, fruto de nuestra
educación tradicional. La pregunta que debe guiar nuestra lectura es: ¿Qué experiencia
de fe ha sido recogida en este texto? Cuando leemos la Biblia, buscamos precisamente
eso: una experiencia de fe que nos ayude a entender la nuestra y a ampliar el horizonte
de nuestra vivencia de la fe en una situación nueva. Para ambientar el texto tenemos
recursos muy sencillos:
§ Explicar las costumbres de aquella época: utilizar mapas, ambientar el texto
históricamente con ayuda de introducciones, comentarios, etc.
§ Mostrar cómo en la Biblia encontramos modos de hablar y de escribir distintos
a los nuestros (parábolas, relatos de milagros, relatos de anunciación, etc).
§ Insistir en que la Biblia es una palabra encarnada, y que en ella hay que
distinguir entre el mensaje perenne y lo que era propio sólo de aquella cultura
(matanzas, violencia, discriminación de la mujer, etc). El mejor criterio para saber
esto es leer todos los textos desde el mensaje y vida de Jesús, que es el centro y la
clave para leer toda la Biblia.
c) LEER PARA ENTENDER LA VIDA. Pero este tipo de lectura no es
suficiente. Es necesario exponer nuestra vida a la interpelación de este mensaje que
hemos descubierto. Nosotros no leemos la Biblia para saber más cosas sobre ella o por
curiosidad. Estamos convencidos de que en ella Dios nos ha dejado las pistas
fundamentales para orientarnos en la vida: tenemos la Palabra y la vida de Jesús, la
historia del Pueblo elegido con sus sabios y profetas... Pero todo esto tiene hoy una
traducción en la vida concreta. Por tanto, el segundo reflejo que podemos cultivar
como catequistas es el de no leer nunca un texto sin hacernos la pregunta de cómo nos
interpela a nosotros. Esto supone:
§ Tener una mirada penetrante sobre las cosas que pasan a nuestro alrededor: estar
atentos a la vida, a las cosas que nos pasan a nosotros y a la gente que nos rodea, a
los signos de cada época.
§ Dejar que el mensaje que hemos descubierto en el texto hable libremente y sea
como la lluvia que fecunda la tierra.
§ Estar dispuestos a dejarnos interpelar por el mensaje que descubrimos.
d) LECTURA ORANTE Y COMUNITARIA. La Biblia debe ser leída con el
espíritu con el que ha sido escrita. A través de ella Dios nos habla, y para escucharle
tenemos que estar en la misma sintonía. Esto significa que nuestra lectura debe hacerse
en un clima de oración:
§ Abrir sinceramente el corazón para acoger lo que Dios nos dice a través de su
Palabra escrita.
§ Responder a Dios a través de la súplica, la acción de gracias, el reproche...
completando así el diálogo que él comienza. Porque escuchamos a Dios cuando
leemos su Palabra y le hablamos dirigiéndole nuestra oración.
También es muy importante que la lectura personal se complete con la comunitaria. El
Concilio nos ha ayudado a descubrir el valor de la comunidad, y esto tiene una aplicación
importante para la Biblia, cuya interpretación no es un asunto privado y personal, sino
comunitario. La comunidad cristiana es la destinataria de esta Palabra, y por tanto, es en la
lectura comunitaria donde mejor descubrimos el mensaje de Dios para nosotros hoy. Además,
esta lectura comunitaria es la que va señalando el camino de la Iglesia en cada época, como
nuestra la lectura litúrgica, que debe ser la expresión última de esta dimensión comunitaria.
Cultivar en la catequesis este tipo de lectura es la base para que en el futuro la vida de los
grupos cristianos se asiente sobre el firme cimiento de la Palabra de Dios.
e) LECTURA COMPROMETIDA. La lectura de la Biblia no puede ser
sólo un ejercicio intelectual o estético, sino que tiene como meta la vida. Cuando nos
acercamos a leer la Biblia, llevamos a cuestas nuestra vida, y la vida de los que nos
rodean; al descubrir su mensaje y dejarnos interpelar por él, descubrimos que la
Palabra de Dios nos ofrece muchas veces una alternativa de vida, un camino de
conversión. Negarnos a seguir este camino o disimular los compromisos que nos
plantea, lleva a una ruptura del diálogo con Dios. Normalmente, cuando nuestra
lectura de la Biblia no desemboca en el compromiso, dejamos de avanzar en la
comprensión de la Palabra de Dios y acabamos por no entender para qué tenemos que
leerla.

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